Ave fénix
Sólo me queda la opción de resurgir de mis cenizas. No rendirme, no caer, no levantarme, no intentar... Arder. Arder hasta que no queden de mí más que unos huesos carbonizados. Una vez te encuentras así, una vez se ha quemado el corazón, el alma, la sangre, la piel... Entonces tienes dos opciones. Puedes quedarte así, en el suelo, destrozada por la falta de todo lo que ha ardido. Y se acabó. Te quedas sin nada, con un alma rota que puede tardar siglos en cicatrizar permitiéndote el movimiento. La otra opción es convertirse en un ave fénix, permitir que también los huesos ardan y que la nube de cenizas revolotee, dé giros imposibles, se enrosque sobre sí misma y de los roces, choques, caricias entre partículas, nacerás de nuevo, con más fuerza, con ganas, con motivaciones que antes no encontrabas. Naces de nuevo, quizás no por última vez... Sin embargo, es un proceso peligroso. Pierdes mucho por el camino, puedes incluso perderte a ti misma, todo lo que te hace ser tú. ¿Puedo correr e...