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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Noches de invierno

Me gustan los días de invierno. Esos días fríos, secos, cortos… La noche se te cae encima casi sin que te des cuenta, mientras la navidad se acerca sigilosamente. Es entonces cuando pondrán las luces en las calles de la zona vieja. Es entonces cuando puedes disfrutar de un paseo agradable, comprar en un puesto un buen cucurucho de castañas y sostener una entre las manos para calentártelas. Caminar bajo las bombillitas que tiñen de amarillo cada calle de la ciudad, caminar sobre la fría piedra que tanto tiempo lleva guardando mi ciudad. Me gustan los días de invierno. El aire frío me congela las mejillas y me deja roja la punta de la nariz. Sin apenas darme cuenta, sonrío. Cierro los ojos durante al menos cinco pasos. Respiro hondo, suspiro. Disfruto del frío. Siempre me ha encantado el invierno en Santiago. En especial la navidad. Sí, sé que llueve mucho y que en ocasiones puede rayar lo insoportable. Pero cuando el día es seco y frío, cuando sólo hace falta un abrigo para sentirse mej

Viento

El viento zarandea furiosamente al mundo. A mi mundo. Me asomo a la ventana y escucho el crujido de cada árbol, de las tejas de las casas, de las cercas de las fincas… Las nubes se mueven tan deprisa que cuesta seguirlas. Imposible buscarles formas… Me duelen las manos, mi cabeza está embotada, el cuerpo entero se resiente y uno de mis gemelos ha decidido que quiere hacerme la vida imposible. Pienso en ti. Inevitablemente sonrío. ¿Ves lo que me haces? Me obligas a perder mi coherencia, me obligas a dejarte en mi cabeza… Sí, lo sé… No lo haces a propósito… Pero es lo que te sale. Salir fuera es una locura. Una locura necesaria. Necesaria para mi cabeza, quizás no para mi cuerpo. Pero da igual. ¿Y si llueve aparte del viento? Pues si llueve, me mojaré… Y lo sabes… Sabes qué estaré pensando en ese preciso momento… Por si te lo preguntas… No, no puedo dejar de pensar en ti.

¿Por qué gritamos cuando somos nosostros quienes no oímos bien?

Lleva un par de días lloviendo poco en Santiago. Lloviendo poco quiere decir que no deja de caer agua en ningún momento, pero esa llovizna fina que acertadamente llamamos "calabobos". Parece que no llueve, pero cinco minutos son suficientes para acabar completamente empapada, como lo estan las calles de la ciudad cada mañana, cada tarde, cada noche... Me voy a volver loca. Por diversas razones, algunas más positivas, otras más negativas... Siento que cuando intento respirar, mi garganta se cierra por completo y pretende dejar el aire fuera, obligándome a enviarle al cerebro la sensación de que me estoy ahogando. Así que cojo aire por la nariz... ¿Habéis intentado respirar alguna vez cuando estáis calados hasta los huesos por la lluvia? El agua se te cuela hasta que la acabas tragando... Es una sensación un tanto extraña... Casi, casi como la de ahogarse... Caigo al suelo de rodillas, saturada, derrotada. Caigo al suelo y me vence un sueño agotador. Pero no descanso... Los gui

Aromas

Ayer salí a pasear al perro cuando la lluvia dio un descanso. Aspiré profundamente. Adoro el olor a lluvia. ¿Nunca lo habéis notado? Después de que llueva, antes de que vuelva a ocurrir... Huele a la tierra húmeda. Vale, admito que soy muy fetichista con los aromas. Sin ir más lejos, hace poco que en el bar de todas las mañanas he empezado a pedir té blanco. Las primeras veces, simplemente sacaba el colador y lo dejaba a un lado (es uno de los pocos bares que he encontrado con el té a granel). Pero cierto día, acerqué la taza al completo y aspiré profundamente (como los días de lluvia). Y de pronto estaba en Zas, con mi prima, corriendo entre la corte de las vacas... Hierba... Hierba recién cortada. Cada mañana que pido el té blanco lo acerco antes de sacar el colador y siempre acabo pasándoselo a alguien más para decirle: "¿No te huele a tu aldea, a la hierba recién cortada que dejan en la corte para que se la coman las vacas?". Algunos se ríen y me llaman loca para sus aden

Ágora

Siempre me he reído de aquellos que dicen que no conocer nuestra historia nos condena a repetirla. Aunque la conozcamos, se repetirá igual. Últimamente estoy profundamente decepcionada con la raza humana. Y hoy he acabado llorando al ver Ágora. ¿Indignación? Sí, por supuesto. Pero es mayor la tristeza de ver que no hemos aprendido nada. Mmmmm, demasiadas cosas en la cabeza, demasiados sentimientos, demasiadas ideas... No sé si sabré plasmarlas... Recuerdo esa escena de Matrix en la que el agente Smith le daba una charla a Morpheo... Cuando escuché esa reflexión por primera vez era una niña. Y aún así dejó profundas huellas en mí. Hoy, me imagino al ser humano destrozando definitivamente el planeta y dejándolo totalmente inservible al utilizar los últimos fragmentos de energía del núcleo para enviar en una nave a los últimos supervivientes a colonizar un nuevo planeta que destrozar. Y pongamos que, a pesar de lo negativo, en esa nave introducimos lo mejor de la humanidad: una Hipatia, u