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Mostrando entradas de enero, 2020

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Este año ha empezado con una vorágine de vientos, tormentas, nieblas, brumas, nieves y demás familia de castigos meteorológicos. Al mismo tiempo, todo alrededor parece haber recogido ese ritmo, esa tensión. Necesito unas vacaciones...  Pero no vendrán. Hay mucho que hacer. Hay material que aprenderse para llegar a Egipto. Hay una novela que promocionar. Hay una mujer a la que cuidar. Hoy me han colocado el hombro en su sitio (por fin). Ya no tengo que sujetarme a lo primero que pillo para poder estornudar sin morirme de dolor. Y cuando dejas de sentir dolor, la perspectiva del mundo cambia.  Podríamos decir que la barra de carga de la realidad avanza un poquito más, que "esperar", pese a que no sea una opción agradable, deseable, asimilable; es la mejor manera de coger aire entre ventisca y ventisca. Mañana llueve y yo tengo que cruzar la ciudad en moto. A veces me encanta. A veces lo odio. Pero sencillamente es lo que tengo que hacer.  Buona not

Ñej

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No me apetece dormir. Me pasaría la noche viendo capítulo tras capítulo de CSI Las Vegas. Es mi favorita. Nueva York es muy floja y Miami es un horror. Pero Las Vegas, sobre todo la época de Grissom... Llevo todo el día tirada en el sofá jugando a jueguecillos del móvil. Algo muy útil. Pero supongo que me merezco un domingo en blanco de vez en cuando, por culpable que me sienta tras vivirlo. Mañana toca currar y ya no llego a las horas necesarias de sueño. Qué se le va a hacer... Tampoco parece que tenga ánimo de levantarme del sofá y pasarme a la cama. Como suele decirse "sé lo que debo hacer, pero no sé cómo voy a hacerlo". Mi cabeza está bastante agotada, mi cuerpo petado de azúcar, mi conciencia apagada... Necesito respirar hondo y resetear mi cabeza un poquillo. A ver si mañana. Hoy terminaré el capítulo de CSI que toca y me arrastraré a la cama a dejar que mis sueños se lleven o potencien mis preocupaciones diarias. Buona norte. 

Tristeza

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La tristeza es como un veneno de acción lenta. Puede surgir por los motivos más insospechados. Por supuesto, después de la película de Inside Out, no vuelves a verlo de la misma manera... Cuando se instala, me cuesta echarla fuera. A veces tampoco quiero. Llámale pereza, nostalgia, incapacidad... Dejo que campe a sus anchas y que libere toda la suciedad que llevo en el corazón y en la cabeza. Me cuesta hasta moverme. Pierdo el tiempo, no hago nada, refuerzo la idea de que la existencia es algo sin sentido... Me peleo con discusiones en las que normalmente no habría entrado. Soy, en definitiva, una peor persona cuando estoy triste. Soy alguien sin control de sí misma. Y a veces me encanta. Pero la gran mayoría de las veces odio esa sensación porque, por más que quiera, no consigo hacerla desaparecer. Es entonces cuando empiezo a "necesitar". Necesito cosas. Necesito hacer cosas. Por ejemplo, ahora mismo, necesito terminar el puñetero curso de Excell. Pero el

Una vez más en la brecha

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Cuando era cría, me fui dos veces de excursión a la nieve con el instituto. La primera, me dediqué a estamparme contra todo lo que veía: nieve, árboles, vallas, monitores, una inglesa kamikaze loca... Pero la segunda vez lo tenía ya todo controlado. Bajaba las pistas azules y verdes con soltura y hasta me llegué a atrever a bajar "LA NEGRA", la de nivel más complicado. Sobreviví, aunque eso es otra historia... El caso es que llegó un momento en el que todos los que sabían esquiar (o sea, todos), decidieron subir a pistas más complicadas. Bueno... Todos, todos... No. Menos uno. El pobre no daba pie con bola. No distinguía izquierda de derecha, por más que le explicases cómo se frenaba seguía acelerando hasta empotrarse... Vamos, "total disaster". Aún así, viva la amistad, se largaron en un telesilla enorme e inmenso diciendo adiós con la manita... Y yo... Yo me quedé con el pobre abandonao. Nos dedicamos toda la tarde a bajar la pista principal. Verde. Ni siquie

La Bestia I

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Con 16 años, empecé a escribir una historia en una libreta de pastas amarillas. Tamaño A5, de espiral. Con las hojas cuadriculadas. Había escrito una escena que me parecía sublime, un sueño en el que un personaje mataba a otro al que deseaba, obligada por una fuerza interna... Cierto día, la libreta desapareció (más bien mi mente dispersa olvidó dónde la había puesto). Intenté reescribir aquella maravillosa escena una y mil veces, pero fue inútil. Nada me parecía lo suficientemente bueno. Nada era como lo que había plasmado en esa libreta. Por supuesto, me fui deshaciendo de todos los textos que no superaban mis expectativas. A final de curso, unos meses más tarde, se me dio por buscar en el lugar más insospechado: en la rejilla de la mesa de mi antiguo pupitre (me habían cambiado de mesa a mitad de curso porque me distraía dibujando la catedral de Santiago). Y allí estaba. La puñetera libreta amarilla de mis desvelos. Cuando abrí las páginas y leí la historia, me dieron g

Por fin...

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Para terminar la semana, justo después de terminar de escribir la entrada, la pierdo por completo. Lo triste, es que estaba contenta con lo que había escrito... Qué se le va a hacer. Mis neuronas son incapaces de dar un paso más y reproducir lo que había hecho. Así que el mundo perderá un poco más de mí. La tecnología es cruel. Está semana ha sido larga. Ha sido tan larga como aquella noche infinita. Pero por fin se ha terminado. Momento para mí, momento para escribir, momento de relax incluído. El Cairo, La Bestia, hipertensión (aderezada con amigdalitis, reacciones alérgicas, taquicardias...)... Demasiadas cosas pululando por mi cabeza y peleando por mantener una atención que no tengo. Me siento como una muñeca de trapo entre las manos de tres niñas caprichosas que luchan por poseerme. Pero el tiempo no da para más... Y eso no es necesariamente malo, no tener tiempo ayuda a no pensar. Aunque es difícil cuando aún así te requieren cosas al respecto en todos los momentos y aspectos

Complicado

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De pronto la vida ocurre y se hace más y más difícil cumplir expectativas. Quieres 5 minutos para ti, para volver a hacer las cosas que hacías, que te hacían feliz. Pero no los encuentras. Se esconden en momentos en blanco. En jueguitos de móvil o películas y series... Está lejos del ordenador o de cualquier dispositivo que te acerque a un teclado qwerty. O de la pluma y la libreta. Pero si consigo sacar un momento hasta cuando no lo hay, hasta cuando no quiero encontrarlo, malo será que se me escape una maravillosa rutina que hacía siglos que me esquivaba.

Diarios (o de cómo tomarse 5 minutos para una misma)

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Hoy, en el trabajo, surgió la palabra diario. - Yo llevo un diario para acordarme de todo lo que hago o dejo de hacer. O sino... Obviamente no se trataba de algo literario... Pero la jefa saltó y contó que en algún momento de su vida había conocido a alguien que llevaba un diario. "Era un frío día nublado..." O algo similar. Vale, sí, lo admito... No siempre presto demasiada atención... El caso era que hablábamos de cómo una emoción ayuda a recordar las cosas... Y a mí, personalmente, esa anécdota me recordó a mis buenas épocas en este blog. Lo mucho que me desahogaba escribir. Y lo poco que lo hago últimamente. Quizás es que considero que hay que planear las cosas más. Antes no, antes sencillamente me dejaba fluir. Como ahora. Hoy ha sido un día largo. ¿Alguna vez os ha pasado eso de despertaros durante la noche, ver que el reloj no avanza y en lugar de pensar "genial, tengo más tiempo para dormir", no sacaros de la cabeza la idea de que el tie