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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Peliculera

Hoy he tenido uno de esos sueños peliculeros míos. ¿Peliculeros? Uy, sí... Escapar por medio de una casa abandonada de una manada de zombies creados por un loco que intenta devolver a la vida a su esposa muerta (imagino por los detalles que vislumbré y mi mente no puede evitar recomponer los pedazos, quizás es por eso que sueño pelis) no es algo demasiado normal para un sueño. Como alguien me dice siempre, esos sueños son como para analizarlos. El caso es que tras explorar toda la casa y encontrar el mausoleo del loco, nos vimos atrapadas en una habitación que daba a una cornisa a la que tuvimos que saltar para escapar... Pero como después todo el terreno se llenó de zombies, ala... A correr, a golpear, a escapar... Siempre de su mano, vaya... Pero uff... Ya he corrido por hoy, ¿sabes? Mis músculos me reclaman algo de descanso tras la paliza de esta noche. Y creo que se lo concederé. La verdad es que últimamente no me apetece hacer mucho más que tirarme en cama y leer... Voy por el ter

Tiempo atrás

Últimamente me ha dado por pensar en las cosas que han cambiado. Cojamos, por caso, el año 2000. ¿Alguien recuerda el temido efecto 2000? Mi ordenador de entonces era una patata. Pero superó sin problemas el dilema. Saltó del año 1999 al 2000 sin ninguna actualización que se lo indicase. ¡Qué majo él! ¿Dónde estaba yo por aquel entonces? Rondaba los 15 añitos, 14 a principio de año. Por aquel entonces ni idea tenía de que un par de años más tarde perdería la cabeza por una mujer. No sabía a qué me dedicaría. No sabía que todo giraría y giraría y giraría cientos de veces hasta marearme, hasta hacerme perder la perspectiva del suelo que estaba pisando. Tenía muy buenos amigos, de esos a los que quieres conservar durante toda la vida. Aunque no fue hasta un año más tarde cuando empecé a formar una pandillita que llegó a ser durante mucho tiempo el centro de mi vida y que poco a poco, cosas de la vida, se ha ido desmembrando. A veces se reúne. Como aprovechando las navidades. Quizás sea es

"Demasiado" no es malo

A veces "algo" se queda corto. Por ejemplo un "te quiero". Es entonces cuando buscas pequeñas partículas que agreguen un valor añadido a esas palabras. Puedes decir "te quiero mucho", "muchísimo", "mogollón"... Sin embargo sigue quedándose corto. Y entonces, a mí, que dicen que domino las palabras aunque en realidad son ellas las que me dominan a mí, se me ocurre utilizar un añadido distinto. Y de mi boca salen las palabras: "te quiero demasiado". Uy. ¿Respuesta? "Demasiado es malo". Mmmmmmmm, ¿seguro? Hagamos lo que a mí me gusta en estos casos: consultemos a la RAE. demasiado, da. (De demasía). 1. adj. Que es en demasía, o tiene demasía. 2. adj. ant. Que habla o dice con libertad lo que siente. 3. adv. c. excesivamente. ¡¡¡Ey, ey, ey!!! ¿Qué es eso? 2. adj. ant. Que habla o dice con libertad lo que siente. Eso no suena nada mal, ¿no? Y de echo, esta dueña de las palabras (o esclava, lo reitero) es de esas personas

Cualquiera se daría cuenta de cómo he cambiado en el tiempo que he estado fuera... Después del examen me quedé un poco hecha polvo. Pero pensaba en tu promesa... Hablaríamos de vernos... Y a pesar de que no fue hablado como lo esperaba, al final llegamos al mismo punto. Y nos veríamos. Nos vimos... Dios, todavía me cuesta creer que haya sido real... Cualquiera se daría cuenta de que ha vuelto esa sonrisa de idiota. De que me distraigo continuamente, de que parece que estoy en cualquier otro lugar menos donde realmente estoy. Y así es... No puedo evitar pensar en ti. No puedo evitar recordar tus labios sobre los míos. No quiero evitarlo. Me dedico a contarle a toda la gente a la que le hablé de ti lo maravillosa que eres... Y debe ser muy obvio... Porque gente a la que no le hablé de ti me pregunta quién eres... Sonrío, cierro los ojos, recuerdo el tacto de tus manos sobre las mías, tus labios en mi mejilla en aquel primer momento, tus ojos mirándome para descubrir quién aguantaba más..

Casualidad

Los cascos de Turnedo resonaban contra la dura piedra. Por lo demás, el silencio era absoluto. Tiré de las riendas y me apeé acongojada por lo que podría sorprenderme a continuación. Había dejado atrás a mi ejército, todas mis defensas, mi seguridad... No tenía siquiera mi armadura. Había salido con un ligero jubón de cuero como única protección. Pero tenía que seguir adelante. El rastro que había encontrado se borraría si esperaba a la llegada de mis hombres. Mis botas no hacían apenas ruído mientras avanzada levantando el polvo. Las grandes rocas que rodeaban la gruta se cernían sobre mí. Mi corazón comenzó a acelerarse a medida que me adentraba en la oscuridad. Poco a poco las paredes se acercaron, dificultaban el avance, me obligaban a agacharme y a arrastrarme para poder seguir. Pero al fondo del túnel apareció un pequeño punto de luz que se fue haciendo más grande a medida que me acercaba a él. Estuve a punto de caer al precipitarme hacia adelante, pero en el último momento pude