Cuando rendirse no es una opción
Recibió el golpe como una descarga eléctrica que atontó cada uno de sus sentidos. La sangre se agolpaba en su ojo y teñía de rojo el atardecer anaranjado. Se recompuso y volvió a levantarse. No dejaría de luchar. Otro golpe, esta vez en la pierna, destrozó sus ropas y se clavó como un desgarrador frío azulado que se extendía por todo el cuádriceps. Reprimió un grito y cayó sobre una roca, se abrazó a ella, se aferró a la dureza, a la resistencia de la piedra entre sus brazos. No podía rendirse, no debía, no era una opción...
Tomó el aire con furia. Resbalaba por su garganta como si ardiese. Quemaba, quemaba tanto como la ira, como la rabia, como la frustración. Quería llegar. Quería llegar de una vez por todas al lugar donde se suponía que debía estar, fuese cual fuese. Pero cada vez parecía más lejos, por más camino que recorriese, siempre quedaba más, mucho más, infinitamente más. Y esa mole no le dejaría pasar. Había perdido la espada, estaba herida, no podía enfocar su mirada con claridad... Pero no importaba... Rendirse no era una opción. Temblando, levantó la mirada y la centró en el enorme caballero de armadura negra.
Ella era la princesa de Jade. Era el capitán de su ejército, la soberana de su pueblo... Era el caballero, era la única dama que había sobrevivido a la caída de Jade. No, rendirse no era una opción. Seguiría adelante costase lo que costase. Y sólo había dos finales posibles: el éxito... O la muerte...
Tomó el aire con furia. Resbalaba por su garganta como si ardiese. Quemaba, quemaba tanto como la ira, como la rabia, como la frustración. Quería llegar. Quería llegar de una vez por todas al lugar donde se suponía que debía estar, fuese cual fuese. Pero cada vez parecía más lejos, por más camino que recorriese, siempre quedaba más, mucho más, infinitamente más. Y esa mole no le dejaría pasar. Había perdido la espada, estaba herida, no podía enfocar su mirada con claridad... Pero no importaba... Rendirse no era una opción. Temblando, levantó la mirada y la centró en el enorme caballero de armadura negra.
Ella era la princesa de Jade. Era el capitán de su ejército, la soberana de su pueblo... Era el caballero, era la única dama que había sobrevivido a la caída de Jade. No, rendirse no era una opción. Seguiría adelante costase lo que costase. Y sólo había dos finales posibles: el éxito... O la muerte...
Comentarios
en ocasiones Any los finales no son tan malos como la historia nos conduce a pensar y los principios ¿que decir de ellos? a mi me apasionan ...
Un saludo soleado desde el sur de Cantabria xD
P.D. Espero que ella deje que muevas la luna a su antojo (y al tuyo)
me ha gustado mucho este escrito :)
bicos, guapa!!
regresare por aqui para leerte.
un saludo en la lejania.
"cueste lo que cueste" se puede tomar muy arriesgado, pero ¿Qué vale la pena que no sea sintiendo que podrías perderlo todo? Solo lo que trasciende para el alma.
Excelente relato (también espero que haya continuación).
Besos
besotes de esta peke.
pd. te espero por mi rincon tu taza de cafe, siempre que quieras...
[...]
-Si te digo que te tires de un puente, ¿lo harías?
-Con una cuerda sí.
xD
y es verdad... rendirse no es una opción... nunca...
besiños
:)
Sí hija, audiovisuales... Y así me va, jejeje.
Gracias por escribir en mi blog.
clarasojo.blogspot.com
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