Cuando tu peor enemigo eres tú mismo



Hace algunos años dejé el rugby. Me excusé en que el equipo se había deshecho, que el estilo “union” era más lesivo, que yo ya era muy mayor para estar con lesiones cada poco, que nos quitaban dinero si nos íbamos de baja... Pero había una verdad subyacente en todas esas excusas: TENÍA MIEDO.

 Me despertó el golpeteo de la lluvia en la persiana. Mi primer pensamiento fue un “mierda, ¿en serio?”. Justo hoy, que hay entrenamiento, ¿justo hoy tiene que llover? Mierda, mierda, mierda. Poco ánimo, pereza, ganas de quedarme en la cama. ¿Quién me mandaría volver al rugby? ¿Quién me mandaría pagar ficha y sentir esa obligación inherente a cuando te has dejado la pasta en algo y tienes que amortizarla? ¿Quién me mandaría respirar? Porque sí. A veces es así. A veces te pesa el mundo de tal manera que te cuesta incluso llenar los pulmones de aire y la pregunta qué más ronda tu mente de entre todas las demás es: ¿PARA QUÉ?

 Pero cuando te obligas a ignorarte, a hacer las cosas igual, a dejar de escuchar esa oscura voz interior que te conmina a no hacer nada, a quedarte en la cama, a permitirte languidecer en un mar de autocompasión... Entonces ocurre y... HACES COSAS. Llegas al campo y entras en una rueda, recibes el primer pase. Sientes el tacto rugoso del balón entre las yemas de tus dedos y obligas a la voz a bajar el volumen (no calla, nunca se calla, pero tú estás pendiente de otras cosas y empiezas a olvidarte de que la estabas escuchando). Porque en lugar de escuchar “¿para qué has venido?”, “si es que te vas a lesionar”, “con lo bien que estarías tú en la cama”, lo que escuchas es “va”, “estoy a tu derecha”, “me tienes, apoyo”, “abre toda”. Y el mundo deja de girar alrededor de tu ombligo y la que se está moviendo eres tú alrededor del centro del universo, de tu universo.

 Hoy el entrenador ha dicho: “hagámoslo bien, para algo bonito que tenemos ahora mismo en nuestras vidas, el rugby, no la caguemos”. Y se me ha dibujado una sonrisa. No era la primera del día, solo la última del entrenamiento. Quizás por eso ha sido la que se ha quedado conmigo. Me he subido a la moto con ella. He conducido de vuelta a casa disfrutando del paseo. La ducha ha sido una experiencia increíblemente satisfactoria... ¿Por qué? Porque cuando bajas el volumen de esa voz, aunque sea por momentos, y permites que tu vida continúe, haciendo todo lo que quieres hacer, JODER, ¡¡¡JUSTO ENTONCES ESTÁS SIENDO FELIZ!!!

No quiero perder contra mí. Por desgracia es algo en lo que llegué a convertirme en toda una experta. Dándome excusas, razonando las derrotas. Pero al final, no haciendo lo que quería por un solo motivo: MIEDO. Me niego a seguir teniendo miedo. La vida está para vivirla. Y ha llegado el momento de que la agarre por los cuernos.

Comentarios

Nosu ha dicho que…
ya han pasado unas semanas de este post, pero espero que hayas cogido la vida por los cuernos y la estés dominando :)
Anónimo ha dicho que…
Hacia como meses, sino un año??; que no entraba a este blog, ni a ninguno! y mira, que me ha gustado mucho :)
Nono.

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