DIA 9 ESTADO DE ALARMA



Me cuesta respirar. No, no literalmente, no tengo el virus. Pero me angustia la saturación de imágenes, de vídeos, de memes, de frases, de historias, de aplausos, de encierro... Me satura la situación. Cuidado, no el hecho de tener que estar encerrada en casa o de no saber qué hacer... Es más, me faltan horas al día para hacer todo lo que me gustaría. Lo que duele son las muertes, aunque sean desconocidas. Las bajas, los compañeros con miedo y rabia, las críticas destructivas, las bromas... Sólo llevamos 8 días recluidos y hay gente perdiendo la razón. Podría hacer la comparativa con la gente que se escondía tras la guerra civil, los topos comunistas que vivían confinados en cuartuchos inhumanos. O en el holocausto, cuando los judíos se escondían en huecos de la pared... Pero es absurdo comparar. No tiene ni punto de comparación. A veces preferiría estar en la calle, al pie del cañón, y no como retén, trabajando desde casa, en contenidos absurdos a los que ahora no les encuentro mucho sentido. A diario, creo que mi trabajo es importante. Ahora, creo que no lo es tanto. Me gustaría poder ser más útil. Pero también tengo miedo. No por mí, sé que mala hierba nunca muere. Pero sí de volver a casa con la infección. De traérsela a una de las personas que más quiero. También me come la preocupación por mi familia, a más de 600 km, con la sombra de la infección en casa. Pero son tiempos difíciles para todo el mundo. Aunque el mal de muchos sea consuelo de tontos.

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