Desechada

 
A veces me siento un poco así, como esa flor que alguien se ha molestado en arrancar, pero que no ha cumplido mayor propósito que terminar su vida sobre las baldosas de la acera.
 
Me sé la teoría. Me sé que lo que vale una persona radica en sí mismo, en su interior, sus principios, sus creencias... Y no en el valor que los demás quieran darle. Pero es difícil mantener las ideas firmes cuando te arrancan, te admiran de cerca como si no valieses la pena y, finalmente, te dejan caer al suelo para que te pudras en el borde del camino.
 
Por suerte, estas actitudes a mi alrededor, coinciden con un momento en que me siento más fuerte que hace un año, incluso que hace unos meses. Por suerte, a pesar de que me afecte, no me rompe los esquemas ni me obliga a frenar el cambio que llevo desde enero imprimiéndole a mi vida. Por suerte, los obstáculos ya sólo me hacen perder el equilibrio y no terminan con mis rodillas magulladas tras caer al suelo.
 
He caído, me he levantado y me he hecho más fuerte. Gracias a este proceso, a pesar de que en mi día a día haya quien se encargue de intentar convertirme en un cero a la izquierda, tengo la entereza y la capacidad suficiente como para poner una coma y convertirme en la parte entera de un decimal.

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