En medio




Blanco o negro, cara o cruz, noche o día... Cada página del calendario que voy arrancando, me acerca más y más a la gris divagación de un canto de moneda girando como una peonza a la luz de un ocaso caduco y marchito. ¿Cómo ver el mundo desde dos prismas tan diferentes a la vez? Mis principios se tambalean como un borracho a la puerta del único bar donde se han negado a servirle. Aguantan aferrados a unas ideas y unos sentimientos de acero forjado con los martillazos de años de auto crítica constructiva. Pero están fabricados para una época de honor, de buenas intenciones, de solidaridad y entendimiento que ni existe ni ha existido nunca. Vivimos una historia de cambios, de convulsión y desconcierto que tiene tantos precedentes que todos olvidan que no es única. Dentro de esta vorágine de sentimientos, vidas e historias propias y ajenas, padezco al fuego de una luz más oscura que viva un choque frontal con la realidad de los deseos de una justicia ciega que levanta el borde del pañuelo que le cubre los ojos. 

Inspiro, respiro.

Inspiro, respiro.

Inspiro, respiro.

Inspiro, respiro.

Y sigo...

Cada bocanada de aire quema el esófago, el estómago, los pulmones, el corazón... Arde todo el pecho con la rabia de saber perdida cada batalla antes de que comencemos a lucharla... Haces lo que puedes, lo que está en tu mano, lo que te permiten... Pero no es suficiente. Te exigen más... Todos, desde todos los ángulos, desde todas las esquinas... Y te piden (¡te ordenan!) que mientas, que inventes realidades inexistentes para agarrar con pinzas una historia que no se sustenta más que en páginas en blanco con sellos y firmas absurdas en una realidad en la que lo único que cuenta es la palabra de un mentiroso compulsivo prometiéndote una vida mejor. Todo por lo que has luchado se derrite ante tus ojos y se emborrona con las lágrimas de tu alma partiéndose en pedazos al unir tus firmas a las suyas, al ver cómo suceden ante tus ojos aquellas faltas a tus principios que jamás habrías deseado observar. Tu corazón se rompe con un ruido sordo que te deja entender que ya estaba seco antes de caer al suelo y soltar astillas de dolor sobre la piel de la moral tan fácilmente impuesta y tan poco cumplida.

¿Quién sabe lo que está bien y lo que está mal? A veces, la línea que separa ambos puntos se distancia tanto que podrías cruzar con ella el Atlántico en plan funambulista, caminando en la cuerda floja de una legalidad más injusta e inmoral que tus propios pensamientos. Te planteas cuánto de ti queda en el cascarón que se vacía por momentos, del que succionan las ideas, las ganas, las fuerzas y hasta la personalidad, para dibujar en ti al objeto de uso ilimitado que todo el mundo se empeña en ver... Y ríes, lloras, caes, te rompes de nuevo, te recompones... Eso es la vida, lo sé... Pero no debería ser sólo una parte de tu vida, no debería ser una decepción constante algo que debería hacernos sentir orgullosos, útiles, parte de algo grande, inmenso, grandioso... En lugar de todo esto, la decepción se abre paso reptando entre mis pies, enredándose en mis tobillos para hacerme caer cuando menos lo necesito, cuando la gente que realmente me apoya sí me necesita en pie, como una torre alta y segura enfrentándose al gigantesco mar, como en aquel poema de Bequer que siempre repetía la profesora de literatura del bachillerato... Ese de la torre que se enfrenta al mar y en la que uno de los dos, no se sabe muy bien cuál, tiene que perder: "¡No pudo ser!".

Cierro los ojos y dibujo un mundo paralelo, perfecto, justo e igualitario... Pero las sombras de la vida se cuelan y convierten los sueños en pesadillas, arrojando la oscuridad sobre la luz de mi consuelo. "Necesito unas vacaciones", pienso. Pero no se pueden tomar vacaciones de la vida, no se puede pretender olvidar o incluso aparcar sólo por un rato, lo que tan hábilmente te persigue hasta que te amarra en las mazmorras de un castillo lóbrego y sombrío que tu propia imaginación ha tenido a bien crear. Cierro los ojos y suspiro, pienso que quizás al volver a la rutina mejore algo, pero probablemente la bola de nieve crezca lo suficiente como para golpear al muñeco que hace tantos años había construido con la alegría y la ilusión de una niña/adolescente. No sobrevivirá al choque... ¿Lo harán mis ideas? ¿Mis principios? ¿Cederé como ya me han vaticinado que haré? "Un año", me dijeron... "Le doy un año a tus principios". Ha pasado tiempo desde entonces... Más de un año... Se defienden, pelean con uñas y dientes... Muerden, gritan, lloran de impotencia... Y las ganas de dejarse llevar a veces superan a las de hacer lo correcto. Cuando ves que con todo lo que haces, no cambias nada, que no supone una diferencia... Todo se desmorona de alguna forma y no puedes hacer más que esperar que se pase, sabiendo a ciencia cierta que existe algo mejor, porque ya lo has vivido, pero que quizás no vuelvas a sentir jamás...

¿Decepcionada? ¿Ya? Quizás... O quizás no... Intento respirar... Inspirar... Soltar el aire lo más lentamente posible y levantar la cabeza para seguir caminando con el orgullo intacto. A pesar de que la imagen que tengo de mí no sea la que me habría gustado hace tres años, cuando comenzó toda esta andadura...



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