Calor

De fondo,  escucho las voces conocidas mientras se preparan para la inminente batalla en la que, como siempre, no participaré. Mi batalla llegará por la mañana, una batalla muy distinta, demasiado real a veces, que saca lo mejor y lo peor de mí a partes iguales.
Más lejos, a través de la ventana abierta para intentar soportar otra noche de calor intenso, llegan los gritos de algún loco, parece incluso que de varios, que gritan insultos en una retahíla que durará lo mismo que la oscuridad. Me asombra que los vecinos no se quejen...
El calor hace que todo sea distinto. El sudor me resbala por el cuerpo, lo siento en el labio superior cuando empapa las heridas que esta situación inhumana me ha provocado. Escuece, cuesta respirar pese a la vaselina de eucalipto que humedece mis mucosas. Me siento un poco vieja achacosa desde que estoy aquí,  teniendo que entregar a mi cuerpo unas atenciones que jamás le habría prodigado en otras circunstancias. Quién me ha visto y quién me ve...
Deseando volver a casa. Deseando cualquier lugar que no sea Madrid, o un Madrid en otra situación.
Los mosquitos me atacan sin importar los medios que emplee para alejarlos. Quizás huelen más mi desesperación nocturna ante su llegada que la pulsera repelente que llevo atada al tobillo.
Y pienso que mi vida es así... Que no tiene sentido la idea de una espera, que no comenzará todo cuando compre una casa,  o cuando consiga volver a Galicia. Que cada paso en este camino, por pesado y duro que se me haga, es parte de esta vida maravillosa que comparto con la mujer más increíble que he conocido nunca. Pese a todo, decide hacer caso omiso a mi recomendación de dejarme sola y volver a casa antes para aliviar el calor horrible que nos ataca, que a pesar de que la temperatura ronde lo mismo, el calor de Galicia se hace más agradable.
Intentar dormir cuando el calor se come tus sueños y los mosquitos aguijonean tu cuerpo, es una tarea dura. Nada que no pueda superar. O nada que no pueda al menos soportar y sobrellevar malamente hasta que bajen las temperaturas de una maldita vez...
Así que cierro los ojos y regreso a la cascada de mis sueños, real como la vida misma, pero a demasiados kilómetros de aquí. A años luz en sentimientos, en vida, en proyectos... Regreso a un instante de mi vida en que eran tantas las cosas que me faltaban, que la única que no querría haber alcanzado es el calor... ¿Me ayudarán los recuerdos a dormir?

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