Un día más, un día menos...

Cada día cuesta un poquito más levantarse. Me apoyo en las rutinas. Siempre, siempre lo mismo: me levanto, hago la cama, me quito las lentillas, voy al baño, me visto y pierdo un par de minutos antes de irme a desayunar (previa media hora de cola en la que aprovecho para ver un par de periódicos y echar un ojo a los blogs). Cada día son menos las ganas de hablar. Respondo con monosílabos siempre que alguien me interpela (lo cual ocurre cada 30 segundos, es lo que tiene vivir con una histérica egocéntrica). Cada vez se me da mejor callar. Y si no trituro mis principios es porque me mimetizo bien sin tener que deshacerme de ellos. ¿A quién le importa mi opinión? ¿Por qué tendría que preocuparme?

Cada día se hace un poquito más duro que el anterior de forma acumulativa. Y no dejo de tener suerte, de entender que de cierta manera la vida me sonríe, aunque haya resultado una vieja desdentada de dientes negruzcos y amarillentos.

No hay tiempo, pero los pensamientos apenas necesitan fracciones de segundo. No hay tiempo, pero me empeño en perderlo embobada con algún recuerdo. No hay tiempo y a mí me sobra vida...

Comentarios

Nunca sobra vida. Nunca es suficiente.

Ánimo, linda ^^

Un beso.
Anónimo ha dicho que…
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