Gatos y ratones

Estos días le he dado muchas vueltas a la noche del sábado. Supongo que mirar las heridas de mi mano me lo recuerdan inevitablemente. Tampoco es nada desagradable en lo que pensar (aunque la energía negativa de la palmera me destroce de cuando en cuando). Sin embargo, lo que más me llama la atención, es mi empecinamiento con los gatos y los ratones (cacé otro ratón hace un par de noches). Así que me he dedicado a profundizar en esta idea.


Cazar a un ratón
Los ratones son animales rápidos, escurridizos, siempre en movimiento, siempre con esos ojillos nerviosos revoloteando de un lado a otro. Para cogerlos, es necesario actuar sin dudar, con ímpetu, con velocidad, decidir enseguida qué se puede hacer para cogerlos y ponerlo en marcha lo más pronto posible. De no ser así, el ratón acabará dando un salto que le permita alejarse del cubo y desaparecer entre las tuberías de la calefacción. Pero si actúas deprisa, es tuyo. Lo tienes. ¿Lo tienes? Sí, cierto… Pero… ¿Por cuánto tiempo serás capaz de retenerlo? Decide deprisa lo que harás con él. Porque como te descuides al abrir un poco de más el hueco para que respire, saltará de entre tus manos y lo habrás perdido. Lo único que puedes hacer es soltarlo. Así que lo alejas de ti, lo dejas salir del bote de cristal y él sale corriendo para perderte de vista cuanto antes. Adiós, ratoncillo…

Intrigar a un gato
Los gatos son animales contradictorios. Rápidos, pero elegantes y pausados. Atentos, pero indiferentes. Fuertes, pero dulces si consigues llegar a ellos… Para que un gato se acerque a ti, es necesario intrigarle. Tienes que ofrecerle algo. ¿El qué? Caricias, por ejemplo… Simplemente… Amor… Es suficiente. Llegas a su lado y lo llamas. Se acerca, cauteloso. Ten cuidado, porque cualquier movimiento en falso hará que salte al muro más cercano y que desaparezca de tu vista para siempre. Así que despacio, te sientas en el suelo. No puedes extender el brazo hacia él, porque lo considerará un ataque. Tú sólo espera… Espera… Espera… Y entonces él se acercará a ti y restregará su lomo por tu espalda. Todavía no puedes moverte, si lo haces pegará un respingo y se alejará asustado. Deja que se confíe, que te reconozca, que te huela, que vea que no quieres hacerle daño. Entonces, poco a poco, separa el brazo de tu cuerpo y déjaselo en bandeja para que se restriegue contra él. Cuando lo haga, mueve suavemente la mano y ráscale un poco la cabeza. Lo tienes. Le gusta… Sigue sin hacer movimientos bruscos… Sólo acaríciale cuando él pase por debajo de tu mano. Entonces, empezará a probar si realmente puede confiar en ti. Te lanzará las zarpas, con las uñas retraídas. Si te asustas, si te alejas, él también lo hará. Si le amonestas suavemente mientras sigues acariciándole, continuará a tu lado, cada vez más confiado. Y cuando seas tú quien te distraigas, te morderá. Te hará daño, probablemente hasta te hará sangrar. Dependiendo de cómo reacciones a ese daño, lo habrás ganado o lo habrás perdido casi del todo. El daño no es tan grande, no tienes motivo para enfadarte. Si no lo haces, si simplemente le riñes un poco más firmemente, no volverá a hacerlo. Y además, te lo habrás ganado. En el momento en el que te levantes para volver a casa, caminará detrás de ti. Te esperará en la puerta, te llamará a maullidos… Te quiere con él…



He pensando en cómo aplicar a la gente esta sencilla metáfora ratonil-felina. Y le he encontrado un sentido. Toda mi vida la he pasado jugando con ratones. Toda mi vida me he movido entre chicas a las que tenías que atacar enseguida, porque sino las perderías… Aún atacando, lo más probable es que se te escapasen por el hueco que dejabas para que pudiesen respirar. Te acercabas, las cazabas y te quedabas con ellas el tiempo que sus ojillos nerviosos te regalaban. Me he cansado de los asustados ratoncillos que prefieren seguir correteando. He decidido que esta vez quiero una gata conmigo. Quiero sentarme en la calle y esperar a que se confíe. Quiero acariciarla poco a poco, para ganarme su confianza. Quiero que cuando me levante y me vaya a casa, me siga, me llame, me quiera con ella…




Quiero a mi gatita blanca.





Momento de Minimomento


MINI> La verdad es que contigo he hecho cosas que nunca había hecho.

ANY> ¿Como acariciar a un abejorro?

MINI> Ñi.

Comentarios

NoNo Liddell ha dicho que…
=)

cuanta razón tienes.
cuanta cuanta cuanta.
yo quiero también quiero un gatito :)
Anónimo ha dicho que…
Yo no quiero ni ratoncillos ni gatitos... ¡Quiero un abejorro! XD

Minimomentos rules! XD
^lunatika que entiende^ ha dicho que…
Me encanta leerte... (Vaya mierda de comentario, no?) XDD
En serio, si escribes un libro, lo compro sin dudar ;)

Un beso!!!
El Ogro ha dicho que…
Como buen gat@...detesto los ratones...

Cuando acorralas a un gato pueden suceder dos cosas:o te bufa arañando, o huye...

Un Saludo
Sour Cherry ha dicho que…
Es más interesante el felino que el ratoncito.
A quienes buscan más... seguro preferirán el misterio y ese amor que se debe mantener siempre en movimiento, vigente, para tener cerca al felin@, que algo que viene y va (y que encima abunda en plaga) como un ratón.

Besos!

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