Doble vida

Arranco con asco cada prenda que cubre mi piel. Cuesta, porque se pega a ella como si prácticamente se hubiera fundido... Con el calor de la ira y la frustración pueden hacerse milagros. O maldiciones. Llámalo como quieras. Los zapatos pesan más de lo que han llegado a lastrarme jamás las botas tras más de 12 horas seguidas al pie del cañón. Al dejarlos en la taquilla, es como si se hudiese hasta el infierno. O hasta el mismísimo centro de la tierra, donde el magma espera para cargárselo todo. Cierro casi de un portazo, pero la manga de una camisa blanca lo impide. Siempre hay un traje más incómodo que parece querer que me comporte correctamente. No entiende que soy incapaz de doblegarme a la estupidez. Giro las llaves y la bola de dragón tintinea contra el metal. Contengo la respiración. Todavía faltan inmensos minutos para sentirme a salvo. No es mientras salgo del vestuario, los monstruos también acechan en las profundidades. Tampoco es tras el primer tramo de esc...