El mundo resquebrajado



¿Por dónde empezar? Siento una punzada en el pecho... Quizás sea la noticia de la brutal paliza que les dieron a dos chicos gays en Madrid... Quizá que el gobierno haya decidido atacar al lobo ibérico, esa magnífica y bella especie que ocupa menos tierras de las que debería porque "nuestras" explotaciones ganaderas han minado su coto de caza. Quizás la gente que me juzga por mi apariencia sin pararse a pensar que debajo de mi polo negro/azul hay un corazón que pretende ayudar a todo el que lo necesite...

No sé lo que es. Sé que hoy es el punto álgido de un agobio brutal relacionado con el mundo que me rodea, que cada vez me da más miedo y más ganas de huir y esconderme en un rincón donde nadie me encuentre. Lo admito: tengo miedo. Tengo miedo de tener que elegir un bando entre mi razón y mi corazón. Tengo miedo a no estar a la altura de las circunstancias. Tengo miedo a perder mis principios (esos que muchos echan de menos sin mirar si los tengo y que la mayoría de los que los conocen echan de más...).

No tengo la sensación de que se paren a entenderme antes de juzgarme. Por supuesto, sabía dónde me estaba metiendo, pero no encontrar comprensión en ninguno de los dos bandos supera con creces mis expectativas... Estoy harta de los pensadores en blanco y negro que no hacen más que criticar el filtro gris con el que observo el mundo porque creen que es el espejo de un enemigo que jamás ha existido ni existirá. No soy el enemigo. De nadie... La vida me ha enseñado que la felicidad se encuentra detrás de cada sonrisa que consigues despertar. Así que, sin comerlo ni beberlo, me convertí en una buscadora de sonrisas que poco a poco se va cansando de dejarse los dientes contra el muro de la indiferencia de una sociedad dividida que no permite que intentes entenderla y consolarla.

Tengo 29 años. Sólo 29. Ya 29... Y en todo este tiempo he conocido gente maravillosa y muy dispar, lo sé. Pero hay mucha más mierda en el mundo que belleza y flores de colores. Y esa mierda la llevo en el zapato, apestando, recordándome que he pasado por encima de lo que no debía.

Toca cerrar los ojos y dormir. Toca descansar. Toca apagar el universo poniendo un fino telón de párpados a la obrilla de teatro que damos en llamar vida. Y por suerte, en la obra de mi vida sobra la felicidad de girarme en la cama y abrazarme a la calidez de otro cuerpo que quizás llegue a confundir con el mío. Sin ella... puede que hace tiempo que hubiese abandonado la superficie...

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