Gritos, charlas profundas y obra de teatro
No sé si tengo más ganas de echarme a reir o a llorar. Es uno de esos días en los que tienes tantas emociones dentro de ti que nunca sabes cuál llegará a la garganta. Es un día de esos en los que si te has levantado de la cama, era para acariciar la fría nieve. Y tendrías que haber vuelto y no haber hecho nada más. Pero por otra parte es ese tipo de días que te hacen avanzar en la vida, que te obligan a evolucionar y a ser consciente de que tienes que tomar las riendas del caballo desbocado (tú misma) y solucionar cada problema.
Lo he decidido. Cogeré las riendas. Puede que no deba volver a ser la misma de antes (nunca lo he conseguido de todas las veces que he cambiado), pero puedo construir un nuevo yo, de nuevo con fragmentos de ese espejo roto... Tengo planes, tengo cosas que hacer.
Quiero comprarme esa Parker de oro que vi el otro día... Esa que es tan parecida (si no igual) a la que mi padre me había regalado. Con ella, quiero escribir una carta. Encerraré en el papel todo lo que siento hacia él, descargando la ira, la frustración, la impotencia, el orgullo, el dolor, la rabia... TODO. Porque nunca le di las gracias... Y no encuentro mejor manera para hacerlo. Una vez haya escrito la carta, la meteré en un sobre que lacraré. Ya veré si pido un coche prestado durante sólo un día o si relamente me sincero con alguien para que me acompañe. Pero no quiero derrumbarme ante nadie... Prefiero ir sola. Pasaré por una floristería y pediré una rosa roja, sin preparar, sin quitarle las espinas (una rosa sin espinas no es una rosa, lo diré toda mi vida). Y cogeré el coche hacia el lugar donde descansa... Hacia el lugar donde lo vi por última vez. Me sentaré justo en frente del nicho y abriré el lacre del sobre. Sacaré la carta y la leeré en voz alta. Volveré a meterla dentro del sobre y lo dejaré ante la lápida, con la rosa. Después regresaré a casa.
Tengo que tomar las riendas de esta casa. Ya es hora de ser consciente de que tengo la edad que tengo, que ya no soy una niña y que hay demasiadas cosas que hacer aquí; hacerme cargo de que cuando me fui a Coruña era capaz de aparcar la pereza y centrarme en ordenar y mantener la casa medianamente limpia, en hacerme de comer a mis horas y fregar después... Tengo que ponerme las pilas, pero ya.
Demasiadas cosas que hacer, mucho en lo que pensar... Pero tengo la fuerza suficiente, tengo la determinación. Realmente, quiero levantarme y caminar dejando atrás todo lo que me pueda herir o lastrar...
Así que cojo impulso, aprieto la mandíbula bien fuerte y me empujo hacia adelante, poniéndome en pie y guardando el equilibrio, para mantenerme todo el tiempo que sea necesario. Como me dice siempre que me caigo en el msn un ángel: "¡¡Arriba!!"
Lo he decidido. Cogeré las riendas. Puede que no deba volver a ser la misma de antes (nunca lo he conseguido de todas las veces que he cambiado), pero puedo construir un nuevo yo, de nuevo con fragmentos de ese espejo roto... Tengo planes, tengo cosas que hacer.
Quiero comprarme esa Parker de oro que vi el otro día... Esa que es tan parecida (si no igual) a la que mi padre me había regalado. Con ella, quiero escribir una carta. Encerraré en el papel todo lo que siento hacia él, descargando la ira, la frustración, la impotencia, el orgullo, el dolor, la rabia... TODO. Porque nunca le di las gracias... Y no encuentro mejor manera para hacerlo. Una vez haya escrito la carta, la meteré en un sobre que lacraré. Ya veré si pido un coche prestado durante sólo un día o si relamente me sincero con alguien para que me acompañe. Pero no quiero derrumbarme ante nadie... Prefiero ir sola. Pasaré por una floristería y pediré una rosa roja, sin preparar, sin quitarle las espinas (una rosa sin espinas no es una rosa, lo diré toda mi vida). Y cogeré el coche hacia el lugar donde descansa... Hacia el lugar donde lo vi por última vez. Me sentaré justo en frente del nicho y abriré el lacre del sobre. Sacaré la carta y la leeré en voz alta. Volveré a meterla dentro del sobre y lo dejaré ante la lápida, con la rosa. Después regresaré a casa.
Tengo que tomar las riendas de esta casa. Ya es hora de ser consciente de que tengo la edad que tengo, que ya no soy una niña y que hay demasiadas cosas que hacer aquí; hacerme cargo de que cuando me fui a Coruña era capaz de aparcar la pereza y centrarme en ordenar y mantener la casa medianamente limpia, en hacerme de comer a mis horas y fregar después... Tengo que ponerme las pilas, pero ya.
Demasiadas cosas que hacer, mucho en lo que pensar... Pero tengo la fuerza suficiente, tengo la determinación. Realmente, quiero levantarme y caminar dejando atrás todo lo que me pueda herir o lastrar...
Así que cojo impulso, aprieto la mandíbula bien fuerte y me empujo hacia adelante, poniéndome en pie y guardando el equilibrio, para mantenerme todo el tiempo que sea necesario. Como me dice siempre que me caigo en el msn un ángel: "¡¡Arriba!!"
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Besos
Un beso
Un beso enorme!