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Mostrando entradas de junio, 2011

Dejando huella

Puedes averiguar muchas cosas por las huellas que van quedando atrás. En el asfalto, la marca de una frenada te informa de si quien la dejó fue o no capaz de evitar un accidente. Pero a veces, las huellas no son suficiente y sólo crean más incertidumbre. Trato de leer las pisadas que van quedando en mi camino para intuir qué me deparará el futuro. Pero eso todavía es más difícil, casi imposible. La vida varía tanto en cuestión de segundos que es ridículo pretender averiguar qué camino tomarán tus pies. Aún así, no puedo dejar de intentarlo. Y volviendo la vista atrás descubro que estoy recorriendo un camino que no había planeado, pero que sí había deseado durante gran parte de mi vida. Mi máxima, lo que me ayudaba siempre a tirar para delante era la idea de estar metiendo vivencias en la mochila, de hacerme con un vagaje. Y ahora, que sentía cada "error", que me dolía cada paso que se alejaba de mis "planes", es cuando más necesito volver a esa idea. No voy a hace

Doce

No sé qué día hace hasta que no llego a las escaleras. Es media hora de incertidumbre en la que habitualmente no reparo. Hay otras incertidumbres que me mantienen ocupada. Como por ejemplo qué será de mí cuando esto termine, dentro de doce días... Últimamente es habitual que haga buen tiempo. Lo que se traduce en un calor infernal y un aire irrespirable que sólo se suaviza dentro de los edificios. La última vez que me paseé por ahí, acabé empapada en sudor. Apenas hay brisas, siquiera. Los mástiles de las banderas no se mueven produciendo el relajante tintineo de miles de campanillas que tanto me ha relajado durante los últimos nueve meses. Porque hoy justo se cumplen los nueve meses, salimos de cuentas por fin, cuando más contamos hacia atrás... Doce días. Doce días más y todo será distinto...
En alguna parte del camino he perdido algo que a veces me tira del alma, como si no se hubiese desconectado del todo. Es como un sedal, fino e inapreciable a la vista, pero que todavía puede hacerte tropezar, incluso puede convertirse en una trampa. Sin embargo, no podría decir qué es, qué parte de mí se ha esfumado sin dejar rastro. Por las noches, cuando el monstruo de la vaguedad de los días me impide dormir, manteniendo mi mente despierta y activa, doy vueltas a todo lo que he vivido en los últimos nueve meses para encontrar todas las respuestas que me faltan, que no son pocas. De nuevo escribo, pero he dejado de dibujar, de pintar. A pesar de que algunos me han pedido que me esfuerce para llevarse un recuerdo de mí... Pero los pinceles se me antojan extraños al tacto y sería difícil encontrar la mezcla de colores adecuada. Así que las acuarelas que en su día me regaló el amor descansan al fondo del cajón esperando una pizca de agua que ayude a llenar de nuevo mi mundo de color.

A pedacitos...

Cada día duermo un poco menos, un poco peor... Cada mañana me levanto más cansada que la noche anterior. Esto está acabando conmigo, me está destrozando en millones de pedacitos chiquitines que me van a dejar sin cuerpo y, en el peor de los casos, sin alma. Necesito salir de aquí ya. Necesito volver a mi cama, a mis paisajes de veinticinco tonos distintos de verde, a los paseos a solas por la zona vieja de la ciudad... Necesito un descanso, un respiro para volver a empezar a luchar. Pero no hay descanso, el recorrido que llevo en mi vida me ha enseñado que los refugios no funcionan más que durante un breve lapso de tiempo. Luego se anegan, se derrumban, se agrietan... Se vuelven más inseguros que el salvaje exterior. ¿Y entonces qué? Entonces quedan dos opciones: o reparas cada fisura una y otra vez mientras tus fuerzas aguanten o te vas y dejas que otra caiga en el error de refugiarse durante la tormenta y encuentre todo como tú lo has dejado: hecho una mierda. Pero no hay esa opció

Ahuyentando - ME

Después de casi veintiséis años conviviendo con ella, casi podría decir que no la conozco en absoluto. Eso es lo maravilloso de la gente, que por mucho tiempo que pases con ella, jamás deja de sorprenderte, tanto a positivo como a negativo... La gente... He llegado a concretar que hay una diferencia etimológica entre las palabras "gente" y "persona", no todas las personas son gente... En un sentido peyorativo, la gente es esa masa con encefalograma cuasi-plano (por hacerles un cumplido) que no atienden a razones, que no entienden, que no quieren comprender... A fin de cuentas y por mucho que luche contra ello, va a ser que yo también soy un poco gente. Porque no dejo de pelearme contra mí misma. No dejo de querer purgar mi organismo de todos esos sentimientos negativos que sé que no debería tener. Y los tengo, vaya si los tengo. A mares, a océanos, a sistemas solares enteros... A veces es inevitable dejar de luchar, dejar de aguantar, rendirse y caer en un hoyo ta

HARTA

Con todas las letras y en mayúscula. Estoy HARTA, hasta los cojones, cansada como una puta a las seis de la mañana... Estoy hasta los ovarios de mí misma, de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis gilipolleces varias y mis enganches subnormales. Estoy hasta el gorro de buscar cosas que no existen, de no conformarme con menos, de prometer y no cumplir, de confiar y decepcionarme. Estoy desganada, estoy enfadada, estoy triste, apagada, colérica, encantada, soy una puñetera montaña rusa con una bomba en el vagón que en cualquier momento podría estallar, enviándome a un viajecito por los aires que me aplastaría contra otro muro más. Porque eso es lo que significa para mí la vida: una serie de muros contra los que emplear mi cabeza de roca (que a cabezona no me gana nadie, señoras y señores, aunque lo intenten con todas sus fuerzas). Estoy cansada, sí. Cansada de joderla, de joderme, de hacer daño a los demás. Estoy harta de mi complejo de víctima conmigo misma y de verdugo con el

Curioso...

En ocasiones mi vida me recuerda a una partida de pinball donde yo soy la bola. Los faders me golpean continuamente y yo misma, por impulso y sin mirar, me estrello contra paredes, muros, barrancos, interminables loopings, toboganes y luces que me envían de nuevo a rebotar una y otra vez, quizás hasta que por fin caiga al hoyo. A veces, tocar fondo puede indicarte cual podría ser el camino a seguir. O al menos limita una de las direcciones: más abajo imposible. Creo que me va a estallar la cabeza... Puede que incluso tenga fiebre, tengo frío a pesar de que llevo puesto mi jersey favorito y mi frente alcanza temperaturas preocupantes (me consuela que por ahora mis mejillas no la acompañan). Hay una chica llorando en el pasillo. Hoy han dado las notas... A mí no me preocupa. He conseguido lo que pretendía aunque me importe menos de lo que quizás debería. Este fin de semana no vuelvo a casa... No sé si la vida se confabula contra mí para darme lo que necesito en lugar de lo que dese